La empresa alude a motivos «ecológicos», lo que quiere decir «contaminación bacteriana» de este pescado de origen vietnamita

panga

(ABC)

La decisión de Carrefour de dejar de comprar «de forma preventiva» el panga, un pescado de acuicultura importado desde Vietnam, ha vuelto a reabrir el debate sobre los estándares de calidad que se exigen a los productos alimentarios europeos frente a los de otros países. Según este Grupo, que ya dejó de comercializar este pescado de río en Francia y Bélgica, la decisión se debe a cuestiones «medioambientales» de su producción, puesto que su calidad, aseguran, es «impecable». Pero la duda está sembrada.

Desde el Ministerio de Sanidad confirman a ABC que «no hay ninguna alerta sanitaria ni alimentaria con el panga». Y recuerdan que todos los alimentos comercializados en la Unión Europea deben cumplir los mismos requisitos de Salud Pública independientemente de su procedencia. Es más, aquellos que llegan de terceros países «son controlados a su llegada a cualquier frontera española por las autoridades sanitarias». En estos controles se comprueban los requisitos sanitarios de importación específicos, así como el cumplimiento de la legislación europea.

A costa de los manglares

Ni siquiera desde Greenpeace, que desde hace años ha denunciado el impacto ambiental de estas piscifactorias, ponen en duda la seguridad alimentaria de ninguno de estos productos. «El impacto es a nivel medioambiental, y en un triple aspecto. Se contamina con nutrientes y antibióticos un río, el Mekong, que ya es de por sí el más contaminado del mundo. Y además, a causa de la gran demanda que hay de este producto en todo el mundo, como ocurre también con los camarones, se deforestan miles de hectáreas de manglares, bosques pantanosos en la frontera entre el agua dulce del río y la salada del mar que protegen la costa de temporales y tsunamis», asegura la responsable de Océanos y Pesca de Greenpeace, Celia Ojeda.

Además de la derivada medioambiental, Ojeda no quiere que se olvide que las pésimas condiciones laborales que se dan en estas explotaciones permiten ofertar unos precios bajísimos. «Cuando se prima la importación de estos productos, se hace en detrimento de la pesca artesanal y sostenible que se hace en España», advierte.

Desde la Asociación Empresarial de Productores de Cultivos Marinos de España (Apromar), su gerente, Javier Ojeda, tampoco pone en duda la seguridad alimentaria de los productos importados de terceros países. Pero sí quiere dejar muy claro a ABC que la acuicultura europea, y en especial la española, «no tiene absolutamente nada que ver con la de otros países». Y subraya que «en la UE, las granjas tienen que hacer un estudio previo de su viabilidad medioambiental y realizar un seguimiento de la huella que la actividad causa en el entorno. Todo tiene que ser impecable», afirma tajante.

Sobre las leyendas urbanas de peces hacinados y alimentados con paladas de antibióticos y harinas de no se sabe qué, Javier Ojeda es igual de tajante: «hace años que en Europa a los peces se les vacuna para luchar contra las bacterias y el alimento que se les da para comer está compuesto de ingredientes naturales que les proporcionan los nutrientes que necesitan pero en forma de harinas; exactamente con la misma calidad que el pienso que el veterinario nos dice que le demos a nuestros perros para comer, y que no ponemos en duda».

Sector puntero

España es una potencia mundial en el sector agroalimentario. Y la transferencia de conocimiento desde el ámbito de la investigación a las empresas ha ido en constante aumento. Desde Europa se están impulsando importantes proyectos de investigación financiados en un 50% por la UE, en un 30% por los estados miembro y en un 20% por las empresas. «Cada proyecto puede llegar a implicar a 20 laboratorios y manejar presupuestos entre los 6 y los 10 millones de euros», explica Jaume Pérez-Sánchez, profesor de investigación del CSIC y experto en acuicultura. «Desarrollar métodos sostenibles y competitivos para obtener alimentos nos beneficia a todos. Es un reto social, no solo un negocio».

Para que no haya dudas sobre la calidad del producto que se busca en Europa, Pérez-Sánchez describe algunos de los procesos en los que se trabaja actualmente. «Estamos seleccionando a los animales que tienen más resistencia a las enfermedades o que tienen los porcentajes de grasa adecuados para dedicarlos solo a la reproducción; tenemos túneles de agua para identificar a los más resistentes; hemos desarrollado nanosensores que nos indican si el animal se ha alimentado bien o ha estado sometido a estrés y trabajamos incluso sobre su microbiota intestinal para que asimile mejor los nutrientes y crezca más rápido y más sano. No creo que en el delta del Mekong estén en esa línea».

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